La dehesa padece de una fuerte pérdida de densidad arbórea, debido a un gran número de plagas y enfermedades, así como por las sequías y un mal manejo. Este es un problema en el que el exceso de carga ganadera y la compactación de suelos, han dado lugar a una falta de renovación natural de los pies de encina que solo se puede paliar de dos formas; mediante siembra directa de bellotas o/y mediante el establecimiento de plantas con cepellón.
La siembra directa es una opción muy apropiada cuando disponemos de suelos donde las labores previas permitan a la raíz desarrollarse en profundidad y donde el ganado, la fauna silvestre o labores posteriores, no destruyan a las plantas emergentes. La bellota utilizará sus reservas para desarrollar un sistema radical primario que le permita acceder al agua de horizontes más profundos en el suelo, durante el verano y las sequias. Este método también cuenta con la ventaja de que podemos aprovisionarnos de “semillas” autóctonas, pues tomaríamos el fruto de los arboles de la zona, con lo que mantendríamos la genética de los individuos que durante generaciones han ido adaptándose al clima y al suelo de la región en la que nos encontremos. El problema de este método es que habría que realizar una densidad de siembra muy alta para compensar las marras y la susceptibilidad a los daños por predación de herbívoros u otro tipo de daños físicos como el pisoteo. Este sistema también presenta el problema de incompatibilizar el aprovechamiento de pastos a diente, pues como ya hemos dicho, el ganado dañaría gravemente a las nuevas plantas y, la instalación de protectores individuales, en siembras tan densas, sería muy costosa económicamente.
La otra opción, es la utilización de plantones o plantas con cepellón, a adquirir con la infinidad de edades, alturas y precios, que podemos encontrar en cualquier vivero.
Frente a la compra, recurrir a la semilla que produce nuestra dehesa, es económicamente muy interesante y volvemos a tener el beneficio de utilizar plantas autóctonas para la repoblación. Para ello recogeremos el fruto de árboles a lo largo de toda la parcela o finca, seleccionando de todos los individuos sanos, de todas las diferentes áreas (zonas endorreicas, zonas, con pendiente, umbrías, solanas, etc.), para no perder variabilidad genética seleccionando únicamente arboles muy productivos o con frutos muy dulces. Ya en el mismo árbol, escogeremos las bellotas de mayor calibre, maduras y sanas, desechando las que presenten cualquier tipo de daño.
Imagen 1. Bellotas de encina en comparación con el tamaño de una moneda de un euro.
Independientemente del sustrato que usemos, es siempre muy importante adquirir sustratos exentos de material que pueda contaminar las nuevas plantas de enfermedades o plagas.
El problema de este método, en la mayoría de los casos, es que adquiriremos maceteros que no nos darán una profundidad apropiada para que la planta pueda desarrollar su raíz principal lo suficiente, para que en los años venideros, una vez plantada en campo, se adapte con éxito al déficit hídrico de nuestro clima. En caso contrario, si nos hacemos con maceteros grandes, ocuparemos un espacio importante en el lugar de nuestro hogar, como el patio o la terraza, y tendremos que hacer un desembolso que reciclando, no nos veríamos obligados a efectuar. Para ello, aprovechando los envases de agua embotellada, podemos conseguir longitudes de raíz que luego facilitarán enormemente la adaptación de la planta.
Imagen 2.Macetero conformado mediante el reciclado de 4 envases de agua de 8 litros.
Para ello recortaremos la boca y la base de las botellas, dejando una sin cortar en su parte inferior para utilizarla de fondo en el nuevo macetero, produciéndole unos orificios como drenajes. Con una cinta negra evitaremos que la luz solar incida en el sustrato o en las raíces y uniremos tantas botellas como queramos (teniendo en cuenta que si subimos demasiado, tendremos problemas de resistencia mecánica y además, deberemos profundizar mucho cuando establezcamos nuestra encina en campo).
Imagen 3. Encina con 34 cm de altura tras 10 meses desde la plantación de la bellota.
Imagen 4. Encina con 30 cm de raiz tras 8 meses desde su siembra.
Después de escoger las bellotas y el sustrato, sembrarlas y regar y fertilizar durante diez meses, podemos llegar a conseguir una profundiad de raiz de 50cm en algunos de los casos y un tallo de 34cm, que mantendremos regada y fertilizada hasta que su porte la haga adecuada para plantarla en de la dehesa. En el momento apropiado, y tras un periodo de adecuación , la estableceros en medio de la dehesa en un hoyo adecuado y proporcionándole algunos riegos posteriores, mientras desarrolla convenientemente sus raices secundarias tras algunos años dentro del macetero.
Con este tipo de gestos no solo ayudamos al medio ambiente reutilizando y reciclando, sino que también aprovecharemos rincones de nuestros patios, terrazas y huertos para hacer crecer encinas, las cuales en el futuro serán parte de la dehesa.